El fantasma de la desnudez persiguió a su autor durante sus años de parvulario y escuela sin que éste se diera cuenta. Ahí estuvo siempre, sin desampararlo nunca. Lo acompañó cuando acusaba a su hermano mayor de usurpar los zapatos nuevos de su padre para ir a ver a la novia que tenía en el colegio: no entendía cómo a esa edad en la que los padres sólo infunden los hábitos de las tareas y la responsabilidad, él tenía tiempo para esa clase de amores; tampoco lo abandonó cuando miraba a una mujer prohibida que acicalaba todos los días su cabello en la azotea al frente de su casas; y mucho menos ingrato fue, el fantasma, cuando otra mujer de dudosa ortografía frecuentaba su habitación con deliciosas aromas.La desnudez es un fantasma hermoso al que nadie escapa, y El fantasma de la desnudez es llanamente un libro, sumergido en un espejo de agua.La desnudez es un fantasma hermoso al que nadie escapa, y El fantasma de la desnudez es llanamente un libro, sumergido en un espejo de agua.