Brindamos al lector la traducción de la versión francesa de las Meditaciones Metafísicas acerca de la Filosofía Primera, publicada en 1647. Ésta es la primera edición crítica en español: se señalan y se traducen en las notas al pie las muchas variaciones significativas entre el texto francés y la segunda edición latina, de 1642.Antes que la duda más radical instaure, en la Primera Meditación, el temor y las tinieblas, en esta paradoja se decide también la modernidad de estas meditaciones: en un título que subordina definitivamente la metafísica a la prioridad y al itinerario de un ego pensante, en el dramático sacrificio del latín, en la introducción de la verdad en un espacio de diálogo intelectual, que abjura de la disputa y aspira a hacer de cada lector un ego, capaz de percibir las evidencias que la luz natural manifiesta.Descartes escribe este libro para «aquellos que quieran meditar seriamente conmigo». Meditar seriamente es buscar la verdad, es decir, seguir el itinerario deductivo que el autor propone. Pero meditar con Descartes exige, además, imitar un ejercicio, paciente y a veces arduo, que se jalona en jornadas, «laboriosas vigilias», algunas más largas que otras, en un orden que también es un ritmo de lectura, que necesita un tiempo para recapitular las verdades ya adquiridas o para fijar en el espíritu las nuevas, tiempo en el cual cada lector debe apropiarse, al fin, de una verdad que ya era suya.Antes que la duda más radical instaure, en la Primera Meditación, el temor y las tinieblas, en esta paradoja se decide también la modernidad de estas meditaciones: en un título que subordina definitivamente la metafísica a la prioridad y al itinerario de un ego pensante, en el dramático sacrificio del latín, en la introducción de la verdad en un espacio de diálogo intelectual, que abjura de la disputa y aspira a hacer de cada lector un ego, capaz de percibir las evidencias que la luz natural manifiesta.Descartes escribe este libro para «aquellos que quieran meditar seriamente conmigo». Meditar seriamente es buscar la verdad, es decir, seguir el itinerario deductivo que el autor propone. Pero meditar con Descartes exige, además, imitar un ejercicio, paciente y a veces arduo, que se jalona en jornadas, «laboriosas vigilias», algunas más largas que otras, en un orden que también es un ritmo de lectura, que necesita un tiempo para recapitular las verdades ya adquiridas o para fijar en el espíritu las nuevas, tiempo en el cual cada lector debe apropiarse, al fin, de una verdad que ya era suya.Descartes escribe este libro para «aquellos que quieran meditar seriamente conmigo». Meditar seriamente es buscar la verdad, es decir, seguir el itinerario deductivo que el autor propone. Pero meditar con Descartes exige, además, imitar un ejercicio, paciente y a veces arduo, que se jalona en jornadas, «laboriosas vigilias», algunas más largas que otras, en un orden que también es un ritmo de lectura, que necesita un tiempo para recapitular las verdades ya adquiridas o para fijar en el espíritu las nuevas, tiempo en el cual cada lector debe apropiarse, al fin, de una verdad que ya era suya.