El escrito, una vez que se eche a andar en el río de la vida, es un barquito de papel que está a merced del que lo vea pasar, y lo interprete como basura, o como muy lindo; está al arbitrio, de quien lo lee, si lo coge para hundirlo, o para subirse en él e irse de viaje con el autor. En cierto sentido, un texto se vuelve clásico en la medida en que permita muchos de esos tratamientos por diferentes sujetos. El texto no se puede defender de esa as...