La gran mayoría de los textos de filosofía de la ciencia han sido escritos, como corresponde, por filósofos interesados o especializados en disciplinas científicas. Pero a partir de los años sesenta del siglo pasado algunos científicos profesionales (al principio muy pocos) empezaron a publicar sus ideas sobre la estructura de la ciencia. Pronto otros miembros de disciplinas académicas hasta entonces ajenas al campo (como la biología, la antropología o la psicología), se incorporaron al estudio de la estructura de la ciencia, hasta que el espacio fue francamente invadido por historiadores, lingüistas, literatos, abogados, filósofos, feministas, políticos, periodistas, creacionistas y muchos otros opinantes más. En este libro el doctor Ruy Pérez Tamayo señala que para un investigador científico aficionado a la filosofía de la ciencia, que inició su carrera profesional hace poco más de 60 años como positivista (o empirista) lógico, convencido de que la naturaleza, los métodos y los objetos de su actividad eran lógicos y racionales, y que los resultados de sus investigaciones (si eran confirmados por otros colegas científicos) pasarían a formar parte del conocimiento verdadero y permanente sobre uno o más sectores específicos de la naturaleza, el estado actual de la filosofía de la ciencia se convirtió en un reto. Como científico joven, el autor estaba convencido de que de todas las formas de conocimiento de la realidad (científico, teórico, empírico, anecdótico, intuitivo, místico, filosófico, artístico, a priori, por revelación divina, etc.), el mejor y más confiable era el científico, en vista de que estaba basado en la razón, que reflejaba objetivamente el mundo real (cuya existencia nunca se le hubiera ocurrido dudar) y que conducía a la verdad. El repaso de las principales críticas a este concepto "clásico" de la ciencia y de las principales opciones sugeridas en el curso de los últimos 200 años constituye el contenido de este volumen.Pronto otros miembros de disciplinas académicas hasta entonces ajenas al campo (como la biología, la antropología o la psicología), se incorporaron al estudio de la estructura de la ciencia, hasta que el espacio fue francamente invadido por historiadores, lingüistas, literatos, abogados, filósofos, feministas, políticos, periodistas, creacionistas y muchos otros opinantes más. En este libro el doctor Ruy Pérez Tamayo señala que para un investigador científico aficionado a la filosofía de la ciencia, que inició su carrera profesional hace poco más de 60 años como positivista (o empirista) lógico, convencido de que la naturaleza, los métodos y los objetos de su actividad eran lógicos y racionales, y que los resultados de sus investigaciones (si eran confirmados por otros colegas científicos) pasarían a formar parte del conocimiento verdadero y permanente sobre uno o más sectores específicos de la naturaleza, el estado actual de la filosofía de la ciencia se convirtió en un reto. Como científico joven, el autor estaba convencido de que de todas las formas de conocimiento de la realidad (científico, teórico, empírico, anecdótico, intuitivo, místico, filosófico, artístico, a priori, por revelación divina, etc.), el mejor y más confiable era el científico, en vista de que estaba basado en la razón, que reflejaba objetivamente el mundo real (cuya existencia nunca se le hubiera ocurrido dudar) y que conducía a la verdad. El repaso de las principales críticas a este concepto "clásico" de la ciencia y de las principales opciones sugeridas en el curso de los últimos 200 años constituye el contenido de este volumen.En este libro el doctor Ruy Pérez Tamayo señala que para un investigador científico aficionado a la filosofía de la ciencia, que inició su carrera profesional hace poco más de 60 años como positivista (o empirista) lógico, convencido de que la naturaleza, los métodos y los objetos de su actividad eran lógicos y racionales, y que los resultados de sus investigaciones (si eran confirmados por otros colegas científicos) pasarían a formar parte del conocimiento verdadero y permanente sobre uno o más sectores específicos de la naturaleza, el estado actual de la filosofía de la ciencia se convirtió en un reto. Como científico joven, el autor estaba convencido de que de todas las formas de conocimiento de la realidad (científico, teórico, empírico, anecdótico, intuitivo, místico, filosófico, artístico, a priori, por revelación divina, etc.), el mejor y más confiable era el científico, en vista de que estaba basado en la razón, que reflejaba objetivamente el mundo real (cuya existencia nunca se le hubiera ocurrido dudar) y que conducía a la verdad. El repaso de las principales críticas a este concepto "clásico" de la ciencia y de las principales opciones sugeridas en el curso de los últimos 200 años constituye el contenido de este volumen.El repaso de las principales críticas a este concepto "clásico" de la ciencia y de las principales opciones sugeridas en el curso de los últimos 200 años constituye el contenido de este volumen.