Recorrer las calles de la ciudad, ver la televisión, ir al cine, estar en la universidad, en la iglesia, en el prostíbulo, en todas partes; visitarme a mí mismo en silencio, a pesar del ruido de fondo que marca nuestro presente; escuchar la resonancia de ecos pútridos de un presente del que algunas veces se quiere escapar; escuchar la caja musical de un presente que nos abre nuevas oportunidades en las manos luminosas del que sale de la cárcel, del que resiste. Como en la ebriedad cabalga nuestro presente su desvarío, entre fantasmas, hombres, deseos, razones, obras de arte, criminales, prostitutas odiadas con amor, muertos y más muertos. Un presente al que hay que salirle al encuentro para pensarlo, sentirlo, habitarlo. Un presente como rayo envuelto en canción que ofrece el silencio y el fenómeno opuesto de lo multitudinario.