¿Y si se declarara una guerra y nadie compareciera? ¿Y si los ciudadanos de una nación, a los que Ernest Renan, en su célebre texto sobre la cuestión, imaginaba diciendo todas las mañanas “sí” a un imaginario plebiscito sobre la continuidad de semejante pertenencia, se levantaran un buen día diciendo “no”? ¿Puede suponerse asegurado ese lazo al que damos el viejo nombre de nación? ¿Y qué cosa designa la ligadura que nombramos ...