Tres razones, o más bien tres grupos de razones, abogan en favor de esta elección. En primer lugar, porque la muerte es el acontecimiento universal e irrecusable por excelencia: en efecto, lo único de lo que estamos verdaderamente seguros, aunque ignoremos el día y la hora en que ocurrirá, su porqué y el cómo, es que debemos morir. En este sentido la muerte parece más radical que la vida: potencialmente el número de vivos sólo representa un ínfim...