La creciente preocupación por definir el conjunto de obras que se representan como sociedad ha llevado a realizar la pregunta qué se debe conservar o heredar a las futuras generaciones; a la vez, hace que se analicen con detenimiento diferentes huellas materiales o inmateriales que han definido lo qu se es en la actualidad. Con el surgimiento de la posmodernidad, a finales de la década de los setenta de la pasada centuria, surge un interés particular por documentar aquellos vestigios que dan cuenta de la modernidad; de esta forma, desde el arte, la literatura, la arquitectura y el urbanismo, entre otros, se evidencian ideologías propias del periodo que se ha denominado como la modernidad. Bajo esta nueva condición de modernidad inspirada desde la industrialización, el ser humano demandó nuevas formas de habitar reflejadas en la arquitectura y el urbanismo y que rompieron con la tradición clásica. A finales del siglo XIX, con la llegada de la electricidad y de la industria del petróleo, se hacen evidentes las políticas de transformación en el mundo entero. Ya en el siglo XX, especialmente en el periodo entre guerras, surge un nuevo paradigma ideológico que conlleva a una mutación en la función y la forma en la que habitualmente se desarrollaba la vida urbana. En este momento las nuevas demandas habitacionales y las condiciones técnicas permitieron experimentar innovadores modelos de habitación. En este contexto surge un estilo internacional que comprende el conjunto de obras que caracterizan la arquitectura del movimiento moderno. Desde estas obras se conciben nuevos espacios urbanos que responden, en algunos casos, a símbolos propios de los nuevos paradigmas ideológicos. La arquitectura, a través de nuevas formas y funciones, comienza a determinar la vida cotidiana de mujeres y hombres que inspiran un cambio en las formas tradicionales de habitar. En la actualidad estas formas propias del movimiento moderno representan parte de la identidad cultural del siglo XX y, por tanto, empiezan a ser consideradas como parte del patrimonio cultural de la humanidad. Su reconocimiento y documentación empieza a efectuarse a través de inventarios y catálogos, pero aún queda indagar en los criterios para su valoración e intervención de acuerdo a los diferentes contextos en los que se desarrolló este tipo de arquitectura que ha dejado grandes huellas. Bajo esta nueva condición de modernidad inspirada desde la industrialización, el ser humano demandó nuevas formas de habitar reflejadas en la arquitectura y el urbanismo y que rompieron con la tradición clásica. A finales del siglo XIX, con la llegada de la electricidad y de la industria del petróleo, se hacen evidentes las políticas de transformación en el mundo entero. Ya en el siglo XX, especialmente en el periodo entre guerras, surge un nuevo paradigma ideológico que conlleva a una mutación en la función y la forma en la que habitualmente se desarrollaba la vida urbana. En este momento las nuevas demandas habitacionales y las condiciones técnicas permitieron experimentar innovadores modelos de habitación. En este contexto surge un estilo internacional que comprende el conjunto de obras que caracterizan la arquitectura del movimiento moderno. Desde estas obras se conciben nuevos espacios urbanos que responden, en algunos casos, a símbolos propios de los nuevos paradigmas ideológicos. La arquitectura, a través de nuevas formas y funciones, comienza a determinar la vida cotidiana de mujeres y hombres que inspiran un cambio en las formas tradicionales de habitar. En la actualidad estas formas propias del movimiento moderno representan parte de la identidad cultural del siglo XX y, por tanto, empiezan a ser consideradas como parte del patrimonio cultural de la humanidad. Su reconocimiento y documentación empieza a efectuarse a través de inventarios y catálogos, pero aún queda indagar en los criterios para su valoración e intervención de acuerdo a los diferentes contextos en los que se desarrolló este tipo de arquitectura que ha dejado grandes huellas. Bajo esta nueva condición de modernidad inspirada desde la industrialización, el ser humano demandó nuevas formas de habitar reflejadas en la arquitectura y el urbanismo y que rompieron con la tradición clásica. A finales del siglo XIX, con la llegada de la electricidad y de la industria del petróleo, se hacen evidentes las políticas de transformación en el mundo entero. Ya en el siglo XX, especialmente en el periodo entre guerras, surge un nuevo paradigma ideológico que conlleva a una mutación en la función y la forma en la que habitualmente se desarrollaba la vida urbana. En este momento las nuevas demandas habitacionales y las condiciones técnicas permitieron experimentar innovadores modelos de habitación. En este contexto surge un estilo internacional que comprende el conjunto de obras que caracterizan la arquitectura del movimiento moderno. Desde estas obras se conciben nuevos espacios urbanos que responden, en algunos casos, a símbolos propios de los nuevos paradigmas ideológicos. La arquitectura, a través de nuevas formas y funciones, comienza a determinar la vida cotidiana de mujeres y hombres que inspiran un cambio en las formas tradicionales de habitar. En la actualidad estas formas propias del movimiento moderno representan parte de la identidad cultural del siglo XX y, por tanto, empiezan a ser consideradas como parte del patrimonio cultural de la humanidad. Su reconocimiento y documentación empieza a efectuarse a través de inventarios y catálogos, pero aún queda indagar en los criterios para su valoración e intervención de acuerdo a los diferentes contextos en los que se desarrolló este tipo de arquitectura que ha dejado grandes huellas. En este contexto surge un estilo internacional que comprende el conjunto de obras que caracterizan la arquitectura del movimiento moderno. Desde estas obras se conciben nuevos espacios urbanos que responden, en algunos casos, a símbolos propios de los nuevos paradigmas ideológicos. La arquitectura, a través de nuevas formas y funciones, comienza a determinar la vida cotidiana de mujeres y hombres que inspiran un cambio en las formas tradicionales de habitar. En la actualidad estas formas propias del movimiento moderno representan parte de la identidad cultural del siglo XX y, por tanto, empiezan a ser consideradas como parte del patrimonio cultural de la humanidad. Su reconocimiento y documentación empieza a efectuarse a través de inventarios y catálogos, pero aún queda indagar en los criterios para su valoración e intervención de acuerdo a los diferentes contextos en los que se desarrolló este tipo de arquitectura que ha dejado grandes huellas. En la actualidad estas formas propias del movimiento moderno representan parte de la identidad cultural del siglo XX y, por tanto, empiezan a ser consideradas como parte del patrimonio cultural de la humanidad. Su reconocimiento y documentación empieza a efectuarse a través de inventarios y catálogos, pero aún queda indagar en los criterios para su valoración e intervención de acuerdo a los diferentes contextos en los que se desarrolló este tipo de arquitectura que ha dejado grandes huellas. En la actualidad estas formas propias del movimiento moderno representan parte de la identidad cultural del siglo XX y, por tanto, empiezan a ser consideradas como parte del patrimonio cultural de la humanidad. Su reconocimiento y documentación empieza a efectuarse a través de inventarios y catálogos, pero aún queda indagar en los criterios para su valoración e intervención de acuerdo a los diferentes contextos en los que se desarrolló este tipo de arquitectura que ha dejado grandes huellas.