Con el aire de un cuento infantil, Kathrin Moebius Frantzen ilustra su debate interior, uno al que todos nos vemos obligados a mantener a lo largo de nuestra existencia, sirviéndose para ello de uno de los episodios más amargos al que puede enfrentarnos la vida: el momento en que debemos despedirnos de nuestra mascota.Una bella fábula sobre cómo una niña acaba aceptando que la muerte forma parte indivisible de la vida, que lo que otorga valor a nuestros seres queridos y a todo cuanto nos rodea es precisamente que noson eternos, excepto en nuestros recuerdos.