<p>Llegar a lo más alto es un deseo que, muchas veces, responde a la vanidad humana. Ya Dios castigó a los constructores de la Torre de Babel confundiendo sus lenguas. Las montañas, esas enormes arrugas de la tierra, nos devuelven la imagen de nuestra pequeñez. Para algunos eso supone un desafío, otros simplemente las aman. <br>Con la humildad de los enamorados, Leibson nos habla de su pasión. «Si la montaña no va al analista, el analista va a la...