<p>En cada crisis profunda tardé semanas en agarrar un libro. Si los dedos no me respondían para tocar la guitarra, mucho menos servían para escribir. Con los días, el aletargamiento del sistema nervioso afecta el andar y me convertí, esporádicamente, en un señor muy mayor. Hablar es un lujo. ¿De corrido? Un milagro. A una velocidad normal es imposible. Olvidarse de lo que se habla se convierte en un habitué en la mesa de los miles de estados de ...