<p>«¡No, gracias! ¡Suficiente con las cargas propias de la vida para agregarle también un dios con látigo en mano para zurrarme cada vez que, según sus estándares, yo metiera la pata! ¡No, gracias, de nuevo! Eso quedó atrás. ¡Yo nunca voy a volver a una iglesia!». Eso pensó Isabel por un momento, pero no sabía que la vida le iba a dar una segunda oportunidad llamada Sebastian.<br>Isabel, una mujer sencilla con una historia marcada por la pérdida ...