<p>David Hume, cansado de ese cariño reverencial y de respeto casi mágico hacia las corrientes idealistas, la metafísica y el racionalismo dominantes en los estamentos oficiales, se lanza a la arena filosófica con un discurso lapidario, incendiario y destructivo que se revela en esta premisa: «Si tomamos en la mano cualquier volumen de teología o de metafísica escolástica, por ejemplo, preguntemos: ¿contiene algún razonamiento abstracto sobre can...