<p>En el mundo del capitalismo tardío, voraz e inclemente, la felicidad se impone como una meta alcanzable. En ese sentido, se instalan varios imperativos: ahuyentar el dolor, espantar el sufrimiento, alejar la pena por todos los medios posibles (comenzando por negar esas sensaciones y emociones), imponerse pensamientos "positivos", enfatizar la alegría y esconder la tristeza. En suma, se trata de evitar el ejercicio de pensar. El resultado, para...