<p>Adoraba las carreras de caballos. Detestaba el cigarrillo y el alcohol. Los dulces eran su perdición. Odiaba los aviones. Le encantaba jugar a las cartas y a los dados con sus jugadores. Apostaba hasta por los números de patente de los autos que se cruzaban en la ruta. Su lista de cábalas era interminable. Sentía a los futbolistas como hijos. Enfrentaba a los periodistas, con los que discutía a los gritos por los pasillos, pero no era rencoros...