<p>Contra la norma, exhausta, de lo literario genérico ?es decir, de la literatura como género de sí misma, Carlos Augusto Alfonso, en Lepanto, vuelve a restablecer el vínculo del género con la familia olvidada ?es decir, la historia como salón de espejos cuya luna se quiebra cada vez que el poeta se sienta a registrar el recuerdo de lo que entrevió, devolviéndonos su penúltima imagen, y no como mausoleo administrado por los usureros de lo mismo?...