<p>En el deslizarse de la pluma de María Esther Verón, conviven dos fuerzas arrolladoras. Por un lado, el juego de los sonidos: la belleza rítmica de las sílabas, que saltan y cantan, y así forman un collar de palabras poderosas que aprietan en la garganta la emoción vibrante. Emoción de vida ajena y propia, emoción de leerse en cada línea. Y, por el otro, la lucha histórica y actual de un pueblo que no agacha la cabeza ante el poderoso, que no s...