<p>¿Por qué? fue la pregunta, sin respuesta, incontestable, testaruda, constantemente reiterada en boca de aquel padre, mientras su mirada acechaba, incrédula, el rostro lívido de su hija, dieciocho años, recién fallecida de forma absurda e imprevista. Su eco, flotando en el ambiente, conmocionó al autor de este libro, hace más de cincuenta años, y alumbró en él su vocación por entender el misterio de la muerte. Vivir la muerte garantiza saborear...