Tanto en su país de origen, como fuera de él, a Johnny Cash se le ha profesado desde siempre una gran devoción: es respetado por blancos y negros, también por los nativos norteamericanos (a los que dedicó un fabuloso álbum: Bitter Tears en 1964; por sus venas corría sangre cherokee, o al menos eso es lo que a él siempre le gustó afirmar); su actitud siempre ha sido la de un hombre comprometido, pese a quien pese; hombres y mujeres, viejos y jóven...