Abandonado a su suerte, sin sentido ni finalidad e indefectiblemente libre, el ser humano se percibe como un ser contingente, frágil y finito. Está ahí simplemente, sin razón alguna ni propósito determinado, obligado permanentemente a elegir entre múltiples opciones, pero sin apelación posible, pues nada inteligible hay escrito en la naturaleza ni en el cielo que guíe su vida. En un mundo de objetos inertes, irrumpe su semejante, una realidad, ig...