A principios del siglo XVII la Monarquía Hispánica buscó con enorme determinación promocionar el reconocimiento doctrinal y la devoción a una advocación mariana: la Inmaculada Concepción. La Iglesia católica quedó perpleja, pues no había definido aún una opinión dogmática al respecto y no lo haría hasta 1854, con lo que la defensa de la Purísima se convirtió pronto en un signo de identidad propio y común a los mundos ibéricos tanto en América com...