Al leer Reynel Goméz me hallé testigo del retumbar de una estrella en caída libre sobre la tierra. Sus versos me hicieron partícipe del sucumbir de la cuidad desde el latir de un corazón, que parece inevitablemente vigoroso, pero que se resiste a vivir sosegado. Sus versos son avenidas salvajes que reciben placenteras la lluvia y el sol. Costumbres de un animal desnudo, es la entrada a la descomposición, al descubrirse de pronto blasfemo, por no...