Durante trescientos años el destino de todas las Rusias había sido guiado por la dinastía Románov. Cuando en 1896 Nicolás II fue coronado no podía imaginar que poco más de dos décadas después los acontecimientos tenían reservado para él y los suyos un trágico fin. A principios del siglo XX la imperial Rusia, sumida en la I Guerra Mundial y en un clima prerrevolucionario, se rompe en mil pedazos y la revolución de febrero de 1917 desemboca en la a...