A la India se la ha considerado tradicionalmente el país de las historias por excelencia. Su pueblo supo servirse de la magia de la ficción para traspasar de generación en generación sus experiencias; y estas expresiones alegóricas y artísticas han sido en la India desde antiguo la forma didáctica más extendida. Estas narraciones han servido de base a la cuentística occidental. Los objetivos de las historias eran diversos. Uno de los más generalizados era difundir enseñanzas espirituales y proteger el conocimiento sagrado. También se empleaban frecuentemente los cuentos como objeto de enseñanza práctica, derivando de ellos una literatura ética, fundamental en la educación de los jóvenes indios. Servían asimismo para enseñar a las gentes a defenderse de peligros inesperados, para que estas conocieran mejor las interacciones sociales de los seres humanos y para prevenir contra tópicos, tabúes y supersticiones.Otra finalidad importante de estas narraciones era la lúdica, el mero entretenimiento. También eran útiles como prólogo a discursos y sermones, como parte de las ofrendas y de las celebraciones religiosas del calendario ritual, y se consideraba que entrañaban una influencia benéfica tanto para los que las oían como para los que las narraban. Son, pues, una literatura altamente recomendada para los jóvenes, que aprenderán deleitándose, como es el deseado objetivo clásico.