Un país es el mapa más o menos preciso de su territorio pero también la coral de personajes que deambulan por otra geografía: la escritura que lo aterniza a partir de las múltiples metamorfosis de la realidad y la ficción. Lizandro Penagos lo ha entendido muy bien en este libro, donde la microhistoria (suerte de ramalazo del espíritu hecho voz) reconstruye un centenar de seres variopintos que fluctúan entre la paradoja, la injusticia y el asombro...