En el mundo actual se han acortado distancias y derribado fronteras físicas, geográficas, culturales y simbólicas; los Estados nación han extendido sus esferas de acción a ámbitos supranacionales, de tal modo que la cultura y los universos simbólicos combinan lo local y lo nacional con un flujo incontenible de contenidos globalizados. En este escenario, el transnacionalismo migrante ha cobrado importancia, ya que forma parte de las dinámicas contingentes a las grandes transformaciones sociales que acompañan la globalización, y ha desplazado el foco analítico hacia una perspectiva relacional que involucra simultáneamente al país de destino y a las localidades de origen.