Se estaba gestando otra ola de migración, esta vez a la capital del Reino Unido. Desde comienzos de los setenta, los primeros llegaron convencidos -y a veces engañados- de las posibles ventajas de conseguir empleo en la gran urbe, desconocida para muchos (casi todos), pero prometedora porque se les garantizaba un ingreso recibiendo el pago en una de las monedas más fuertes del mundo, sin tropiezos y garantizando una estabilidad laboral.Luis Ferna...