Se pretende que esta segunda entrega sea tan aguda, penetrante y sólida como la primera, en la que se pudo refrendar poéticas ya consolidadas en el medio, y otras, en proceso de maduración. La última década del siglo pasado y la que ya se tiene avanzada, ofreció un panorama renovado en la poesía colombiana, con un sello, que si no unánime, por lo menos visible en varios autores: la búsqueda de temas, tonos y estilos novedosos, la invocación de la palabra sobria, precisa, sin el peaje de la retórica preciosista o la imagen alambicada. El qué decir ha trepado por encima del cómo decir, sin mengua de la expresión verbal, más bien se ha buscado la concreción, se ha dirigido a cargar con energía cinética el cuerpo breve, sugerente del poema. No en todos los casos, por supuesto, ya que perviven poéticas que le apuestan a lo sintagmático, más que a lo paradigmático, esa rara e inefable belleza que garantiza que se está catando un buen vino. Bienvenidos los poetas a este nuevo umbral, mujeres y hombres que desde la trinchera de los signos y los símbolos hechizan y alertan, conmueven y desacomodan, vislumbrando en cada palabra, en cada verso eficaz, lo grandioso, pero a la vez, ambiguo e incierto de la condición humana. La última década del siglo pasado y la que ya se tiene avanzada, ofreció un panorama renovado en la poesía colombiana, con un sello, que si no unánime, por lo menos visible en varios autores: la búsqueda de temas, tonos y estilos novedosos, la invocación de la palabra sobria, precisa, sin el peaje de la retórica preciosista o la imagen alambicada. El qué decir ha trepado por encima del cómo decir, sin mengua de la expresión verbal, más bien se ha buscado la concreción, se ha dirigido a cargar con energía cinética el cuerpo breve, sugerente del poema. No en todos los casos, por supuesto, ya que perviven poéticas que le apuestan a lo sintagmático, más que a lo paradigmático, esa rara e inefable belleza que garantiza que se está catando un buen vino. Bienvenidos los poetas a este nuevo umbral, mujeres y hombres que desde la trinchera de los signos y los símbolos hechizan y alertan, conmueven y desacomodan, vislumbrando en cada palabra, en cada verso eficaz, lo grandioso, pero a la vez, ambiguo e incierto de la condición humana. Bienvenidos los poetas a este nuevo umbral, mujeres y hombres que desde la trinchera de los signos y los símbolos hechizan y alertan, conmueven y desacomodan, vislumbrando en cada palabra, en cada verso eficaz, lo grandioso, pero a la vez, ambiguo e incierto de la condición humana.