El desgarro es la herida que nos mantiene alerta. Y ello se debe a la inquietud, asomada entre las rendijas del inconformismo y surgida urgente por un excesivo celo suspicaz ante la inestabilidad de lo deseado. Inquietud que no consiente en fijarse, ni tan siquiera metas, en instalarse y vegetar; que rechaza heroicamente asumir y someterse tanto a la rutina de los días como a la comodidad de las modas. Es, por consiguiente, en esa inquietud donde...