Cuando apareció Húmedo Umbral, afirmamos que Correa, en un trabajo de muchos años aferrado a los sueños, al ojo avizor sobre los rincones que nadie atiende en la vida cotidiana, ha ido cumpliendo los pasos lentos y firmes que en la liturgia del Chamán llevan a la depuración de los elementos que configuran la verdad. Insistimos en que la palabra es bandera luminosa en territorio de abismo: el abismo entre la vida y la muerte, entre lo cierto y lo incierto, entre el presente y el pasado, entre el día y la noche, entre los fantasmas, los signos y las cosas que pueblan y despueblan el mundo. Ahora, con su libro del Amazonas, , esos abismos invierten su posición y se tocan sin devorarse, como la serpiente que se muerde la cola, signo y símbolo, al fin, como solo puede ser el destino del verbo. Desolación de la lluvia, esos abismos invierten su posición y se tocan sin devorarse, como la serpiente que se muerde la cola, signo y símbolo, al fin, como solo puede ser el destino del verbo.