Diego Montaña Cuéllar era una persona que hacia exposiciones políticas sonriendo al auditorio. Sus ojos miraban con alegría, como divertido de haber soltado sus pensamientos. Daban ganas de estar de acuerdo con ellos. Era un discurso conversado, inusual en los lideres de izquierda y solo comparable con el de Nicolás Buenaventura, su compañero de ideas y éxitos de auditorio. Eso lo menciono porque los momentos amargos de su largo periplo vital no ...