Todas fueron transgresoras en una sociedad que las quería, y las necesitaba, silenciosas y obedientes; todas fueron pioneras de una nueva manera de habitar el mundo y de desmontar, o por lo menos fisurar, este andamiaje ancestral que las atrapaba en lo que llamamos hoy la cárcel del género; una cárcel que ni siquiera la pasión por la escritura, por el arte o la militancia política lograba romper por completo y que, aun cuando lo lograba, era, y m...