Estas palabras carecerían de sentido si al comenzar a leer el presente libro no aceptamos que hacemos parte de una generación a la que el suplicio de las víctimas que ha dejado la guerra,una guerra que terminamos aceptando en la vida y negando o confundiendo en el lenguaje,recorre sus más remotas emociones.Quizá porque no lograremos,hasta el confín de nuestros días,concebirnos sin los ausentes,los desterrados,los torturados,los separados de los otros,los arrojados a la nada.Ni los que mueren ni los que nacen estarán liberados de lo que ha ocurrido,hasta tanto no podamos vernos a los ojos y devolvernos algo del porvenir que hemos perdido.Una manera de hacerlo es narrarnos,una y otra vez,como un golpe de tambora,hasta calmar parte de aquella pesadumbre que genera el observarnos como extraños frente a un poblado de sombras.He aquí el lugar de la memoría.He aquí el significado de la educación.