El Nadaísmo era para uno volverse loco. Quisimos hacer de éste un mundo color de rosa aunque no se consiguiera una flor. Pero a pesar del vitalismo que desplegamos en la empresa, la sociedad inconmovible continuó y continúa la maratón de su suicidio. No hay testamento para los profetas de estos climas mundiales. El que ve más allá tiene a la larga que acudir al optómetra y poner sus visiones a paz y salvo con la ceguera del planeta. Este Humberto...