Tal vez como ninguna otra investigación anterior, ésta abre el camino para esa búsqueda sin la cual las explicaciones se quedan en la piel del proceso y en el boceto de sus protagonistas; otros trabajos se han detenido de manera solvente en el examen de las relaciones entre la iglesia católica y el Estado venezolano, pero desde una atalaya que usualmente se vuelve campanario. "Hay una historia de la iglesia que es distinta a la que hacemos los curas", le decía el padre Hermann al joven Manuel Donís, "y hay que escribirla porque en el fondo estamos ante una lucha única que debemos aceptar y querer ante un contraste de luces y sombras sin cuya apreciación jamás encontraremos la brújula de nuestro destino como sociedad". Dichas relaciones se reconstruyen desde una perspectiva estrictamente histórica, en la que no hay un agarrón entre santos y villanos sino una búsqueda que a veces se hace al unísono y en la cual influyen factores como el personalismo, la pobreza del país, la postración de los feligreses, la formación rudimentaria de muchos clérigos, el rol de prelados eminentes o de otros realmente opacos y silenciosos, para ponernos frente al espejo de una metamorfosis especialmente venezolana, típicamente nacional.