En este trabajo de casi dos décadas puede apreciarse su contundencia narrativa y la variedad de sus registros. El universo de la autora es vasto, y sus obsesiones, devoradoras. Practicando una renovación cuidadosa y siempre dinámica del lenguaje, ofrece sus experiencias sin dejar cabo suelto, sin apiadarse del sufrimiento, ni, mucho menos, exagerar los espejismos de la dicha. El humor es preciso; la amargura puntual. Por sus páginas pasan ancianas melancólicas, villanos arrepentidos, viajeros, amantes delirantes, mujeres estoicas, conformando relatos de una calidad y una riqueza temática dignas de la mejor tradición de la literatura latinoamericana.