Diego Ordóñez de Taboada, boticario español, murió en Santafé en 1608 aparentemente a causa de su crónica melancolía; sin embargo, su muerte fue solo el principio. En el expediente que se conserva de este caso en el Archivo General de la Nación de Bogotá se puede seguir el pleito de los abogados, la disputa por la sucesión y los procesos seguidos para distribuir la herencia. Entre los procedimientos legales se conserva uno que llama particularmente la atención: Ordóñez dejaba una botica, considerablemente aparejada, en la Calle Real de la ciudad. La botica, debido a que era el mayor capital del difunto, fue sometida a un escrutinio detallado por parte de un equipo de expertos médicos y boticarios designados por la Audiencia. Al grupo le fue encargada la misión de construir un inventario de la botica para tasarla. Esta labor consistía en una extenuante identificación de cientos de sustancias que se encontraban dentro de contenedores, en estado natural, secas o procesadas, convertidas en aplastados o aceites, pulverizadas o destiladas en un medio líquido. No obstante, en ningún lugar del inventario, ni los expertos ni el escribano mencionaron que existirían rótulos en los contenedores. ¿Cómo pudieron distinguir las diferentes sustancias, ¿qué elementos compartían con el boticario que les permitieran reconocer e inventariar los contenidos del almacénEste trabajo invita al lector a descubrir el espacio de una botica neogranadina de comienzos del siglo XVII, para encontrar las prácticas y saberes que rodearon el arte de producción de sustancias medicinales según las posibilidades y necesidades del periodo colonial.Este trabajo invita al lector a descubrir el espacio de una botica neogranadina de comienzos del siglo XVII, para encontrar las prácticas y saberes que rodearon el arte de producción de sustancias medicinales según las posibilidades y necesidades del periodo colonial.