Los versos de Juan Felipe Robledo quieren alcanzar esa condición de la música callada de San Juan de la Cruz, el goce silencioso de un pensamiento. Por ejemplo dice: La morosa delectación con que una frase se extiende hasta el infinito: y se siente que la poesía queda comprendida entre las artes sensuales; la caricia del verso en el oído, la certeza mental de que su eficacia es inagotable, entran en el censo de los placeres carnales, y el hedonis...