Meursault, oficinista en Argel, se entera de que su madre ha muerto —hoy o ayer, no lo sabe—, en el asilo donde vivía olvidada. La entierra sin lágrimas, pues Mersault carece de la menor empatía hacia todo lo humano. «Humano soy, y por lo tanto, todo lo humano me es indiferente», parece rezar su singular código moral que le permite vivir de espaldas a la sociedad. De regreso en Argel, Meursault va a nadar y encuentra a una antigua colega, María. ...