Cuando se entra en contacto cercano con la filosofía de Kant es muy difícil no quedar, por decirlo así, untado con su espíritu. Es como si abriéramos un frasco de miel de abejas y las manos nos quedaran inevitablemente impregnadas y pegajosas de por vida. No porque terminemos convencidos de algo, o porque la lectura de esa obra nos anime a abrazar con firmeza una doctrina única y estable, sino porque nos maravilla el modo como Kant supo precisar ...