Dicen que el gordo manejó desde siempre el mismo sueño recurrente. Y que sus vecinos acabaron convirtiéndose en víctimas de su anhelo muy a su pesar. En mitad de las madrugadas gritaba gol con todas sus fuerzas y con los puños cerrados levantaba los brazos apuntando hacia el cielo. Ponía tanta pasión en sus gestos y era tan pródigo en gritos que a su anciana madre le costaba un mundo reaccionar. Quedaba petrificada sobre su destartalada cama: pel...