Dicen que el gordo manejó desde siempre el mismo sueño recurrente. Y que sus vecinos acabaron convirtiéndose en víctimas de su anhelo muy a su pesar. En mitad de las madrugadas gritaba gol con todas sus fuerzas y con los puños cerrados levantaba los brazos apuntando hacia el cielo. Ponía tanta pasión en sus gestos y era tan pródigo en gritos que a su anciana madre le costaba un mundo reaccionar. Quedaba petrificada sobre su destartalada cama: pelos como escarpias, vista obnubilada, temblores hasta en el píloroSi la fe de cualquier persona puede mover montañas, la de El Gordo cuenta con la capacidad de desplazar auténticas cordilleras. Disfruta de un relato y de hazañas de un tipo verdaderamente peculiar.Si la fe de cualquier persona puede mover montañas, la de El Gordo cuenta con la capacidad de desplazar auténticas cordilleras. Disfruta de un relato y de hazañas de un tipo verdaderamente peculiar.