Para el hombre moderno es difícil comprender que hubo un tiempo en el que lo divino formaba parte integrante y esencial de la vida humana, una época en la que la fe no era fórmula rígida sino hábito viviente. Una relación de tan profundo significado como la que se establece entre lo divino y lo humano no puede encasillarse bajo un nombre; tal vez podamos caracterizarla hablando de un delirio de persecución, porque la relación inicial, primaria, e...