Era su Madrina: le permitió volver a la vida tras el fatídico accidente de tranvía. A cambio, le exigió que cada año le ofrendara un banquete nuevo. Los altares que Frida Kahlo preparaba con minuciosidad cada Día de Muertos, y que registraba puntualmente en su librito de recetas, eran prueba de su devoción y compromiso. Pero su Madrina nunca dejó de atormentarla, de arrancarle la vida pedazo a pedazo, de recordarle que estaba en la tierra viviend...