En octubre de 1828, al cruzar la plaza parisina del Hôtel-de-Ville, Victor Hugo descubre el armatoste de una guillotina allí instalada así como al verdugo que engrasaba la máquina y ensayaba la sesión de la tarde. Impactado por la estampa, Hugo comienza al día siguiente la redacción de El último día de un condenado a muerte (1829). Para el poeta, todo cadalso levantado para guillotinar a un hombre es un retorno infame del salvajismo más primario....