La vivencia se transforma en poema al situarla en el campo de atracción de una constelación de la que sólo sabemos las palabras para esperarla. En esa constelación gravitan todos los centros de las Elegías: el paso del grito, del seductor sollozo y del reclamo, al brote de voz libre y, en esa transformación del canto, una nueva relación con la vida —a través del amor no saciado—, con la muerte —a través del duelo liberado de la acusación—, y con ...