Este libro es una reflexión sobre la poesía en medio de la alienación cotidiana. Nace en la niebla y se hace nítido y tangible. Ante todo ofrece una evidencia: el propósito siempre logrado de evitar todo patetismo y las grandes arias sentimentales. El humor y la burla de sí mismo lo torna invulnerable a la presencia de las moscas a la rapiña de la frustración, y le da cierta fe en la verdad táctil. Los cuerpos son invocados en su evidencia sin sombra, en el poder de lo orgánico, en el milagro de su presencia. Las cosas están allí con su color y su peso, no vuelan en sueños. La función del poeta es asumida como la de ese payaso empolvado que canta su fracaso lírico o bien ese bufón hecho para sentir. En el ambiguo mundo del deseo sabe también que todo poema puede ser asco, un desesperado intente de definir lo indefinible, el terror, la apasionada avidez de nuestra condición. Pese a su esquivo escepticismo quizás la prueba de haber pasado por la experiencia del fuego Cobo Borda no deja de revelar la eficacia de la palabra. Las suyas son macizas, indubitables come objetos. Cristalizan donde podrían disolverse en ensoñaciones, divagar, enardecerse. Un profundo horror al vacío es una de sus virtudes y está siempre con la rienda en la mano. En medio del extraño delirio de estar vivo conserva la cabeza fría, contempla con la máxima atención la cuerda floja por donde avanza, en cada paso está exaltado por el riesgo de la caída