Mejía Duque desciende a las raíces del estilo de Azorín, muestra su necesidad, coherencia y despliegue, desoculta su fundamentación conceptual y nos detiene en su esplendor ascético, en sus imágenes más eficaces y en sus limitaciones. Uno de los mejores aciertos de este ensayo es la demostración argumentada de cómo ese estilo hecho de concisión y plasticidad, emana de esa pulsión de querer ir al meollo de las cosas, de decir lo perenne bajo la superficie de la apariencia y del acontecer, lo que expresa por igual si se trata de un pueblo o de un hidalgo, de un viejo tratado o una campiña, de unas pinturas o un clásico Uno de los mejores aciertos de este ensayo es la demostración argumentada de cómo ese estilo hecho de concisión y plasticidad, emana de esa pulsión de querer ir al meollo de las cosas, de decir lo perenne bajo la superficie de la apariencia y del acontecer, lo que expresa por igual si se trata de un pueblo o de un hidalgo, de un viejo tratado o una campiña, de unas pinturas o un clásico