Una ciudad feroz y cruel, que, como un animal hambriento, devora al que se despiste. Una mujer —o una “mala madre, mala hija, mala esposa, mala moza, mala empleada, mala ladrona, mala mentirosa”— que busca la salida imposible de ese laberinto nebuloso para encontrarse, en cambio, con el reflejo de su propia sombra. Una voz que nos advierte, una y otra vez, que si nos negamos a observar el infierno que guardamos dentro pronto nos quemaremos en uno...