En pocos años hemos pasado de ser una sociedad de productores a una sociedad de consumidores. El consumo lo impregna todo, incluso un concepto ancestral y tan esencial como es el amor. No es casual que los jóvenes manejen las relaciones sentimentales como si fueran carteras de acciones y, ellos mismos, expertos corredores de bolsa. ¿Cómo nos afecta este nuevo concepto de amor como individuos y como sociedad? ¿Qué implica para nuestra vida, para nuestro bienestar y para el bien común? El autor nos ofrece las claves para volver a poner el amor, entendido como un producto que requiere sacrificios, cuidados y proyectos compartidos, en el centro de todo y que sea un principio vertebrador de la forma en que nos percibimos a nosotros, a los demás y al resto del mundo.