Quienes suelen afilar sus espadas contra Agustín Laje tratarán sin duda de acusarle de insultar a toda una generación. Hay que decirles que, por un lado, se quedan cortos, pues el diagnóstico que le ha hecho recuperar este calificativo se aplica en un espectro transgeneracional. Por otro lado, yerran totalmente el blanco, porque no está hablando de la idiotez, sino del idiotismo, aunque el lector vislumbrará sin duda trazas de aquella en algún qu...